Escribo esto, como lo he hecho en otras ocasione, pues no puedo seguir callado y quiero hacer pública y manifiesta mi opinión al respecto
Ahora,
primero lo primero:
No #FueElEstado
Durante
la primera marcha multitudinaria en la capital del país, la cual llenó la
plancha del Zócalo y, si no mal recuerdo, dio aún para más, una frase se impuso
en la mente de los manifestantes y se ha erigido como el lema de la protesta “Fue
el Estado”.
Quien
haya ideado la frase sin duda, como la gran mayoría de nosotros los ciudadanos,
debe estar harto de la incompetencia e ineficacia del Estado Mexicano para
resolver el problema de inseguridad en el país y, sin duda alguna, debía estar,
como debemos estarlo todos, horrorizado y encabronado por la complicidad de
algunos órdenes de gobierno con el crimen organizado. Entiendo que ahí venga la
frase, usada en redes sociales como, #FueElEstado
Sin
embargo, unos de los grandes problemas que creo afecta a la sociedad es el de
no saber llamar a las cosas por su nombre. Pongo como ejemplo el caso de aquellos
que querían que Felipe Calderón fuera juzgado por genocidio debido al gran
número de muertes y ejecuciones durante su mandato, derivadas, según quienes
impulsaban dicha propuesta, de la estrategia del ex presidente de combate al
narcotráfico y al crimen organizado.
El
genocidio, los crímenes de lesa humanidad y el asesinato en masa con cosas muy
distintas (http://www.derechos.org/nizkor/arg/doc/memo1.html)
(y no acuso de ninguna de las tres a Felipe Calderón) A lo que voy es que es
acusar de genocidio al entonces presidente resultaba rentable mediáticamente y
creo que esa es la virtud de la frase #FueElEstado pero no por ello creo que en
efecto el Estado haya asesinado, desaparecido o secuestrado los 43 estudiantes
de la escuela normal rural de Ayotzinapa. Tampoco creo que se trate de un
crimen de Estado pero no por ello el hecho deja de ser aberrante, reprobable o
deja de merecer justicia. Sólo creo que debemos llamar a las cosas por su
nombre
(A
propósito de llamar a las cosas por su nombre me vino a la memoria hace poco
una campaña del Consejo Mexicano de la Comunicación que incluía frases como “Al
que robe, llámalo ladrón” “Al que dé mordida llámalo corrupto” o “Un delito
grande empieza con uno pequeño” Cuánta razón en esa campaña, pero de esto
hablaré más adelante)
¿Qué
es el Estado? ¿Es lo mismo el Estado que el Gobierno? ¿La falta de respuestas y
resultados expeditos convierte el crimen de Ayotzinapa en crimen de Estado?
Empezaré primero por responder la última cuestión que planteo: no, a menos de
que las deficiencias que puedan acusar algunos (muchos, varios pero
definitivamente no todos lo señalan o creen así) en las investigaciones y
resultados de la investigación fuesen resultado de la complicidad del Gobierno
Federal (pues éste atrajo la investigación) con José Luis Abraca, su mujer, “El
Gil”, las policías municipales de Iguala y Cocula y/o el grupo criminal de “Guerreros
Unidos”. Tal vez podamos hablar de incompetencia, de ineficacia o de una
respuesta lenta, pero sin la intención de complicidad para desaparecer, (todo
parece indicar que) asesinar o encubrir a los responsables de la desaparición
de los normalista de Ayotzinapa, no podemos hablar de un crimen de Estado.
¿Es
lo mismo el Estado que el Gobierno? Se pueden parecer y es común que se
confundan pero cualquiera que haya estudiado un poco de ciencias sociales o
teoría política debe saber que la respuesta a esta pregunta es un rotundo no.
El Estado y el gobierno no son la misma cosa. El segundo es uno de los
elementos indispensables para la existencia del primero (los otros dos mínimos
indispensables, de a cuerdo con casi cualquier teoría o corriente, para la
existencia del Estado son un territorio determinado y reconocido así como una
población). La realidad es que el Estado es un ente teórico y abstracto cuya
parte más visible es, tal vez, el gobierno. En varias ocasiones es preguntado a
quienes utilizan la frase #FueElEstado si el (ex) presidente municipal de
Iguala, la ex presidenta municipal del DIF o el jefe de la policía municipal
son El Estado, nadie me ha respondido con sí a rajatabla, lo más cerca que han
llegado (no recuerdo si fue @JorgeMGalvan, amigo y colega militante a quien
admiro y respeto pero con quien muchas veces no estoy de acuerdo, o no del todo;
o @luiscarrera1986, tuitero con quien llegué a intercambiar opiniones al
respecto) fue que, al menos Abarca y el jefe de la policía municipal forman (o
formaban) parte de lo que es el Estado.
Aunque
dedicaré un parte en específico de este espacio a la conferencia de prensa de
Murillo Karama del día 7 noviembre sobre los resultados de la investigación,
quiero retomar una parte de lo que ahí se dijo para poder llegar a quiénes son
los culpables y responsables directos (de los indirectos hablaré más adelante)
de la tragedia de los 43 normalistas.
De
acuerdo con las investigaciones y declaraciones de la PGR, después de ser
detenidos por elementos de la policía municipal de Iguala, con apoyo de
elementos de la policía del municipio de Cocula, los 43 normalistas fueron
subidos a camionetas y patrullas de la policía municipal y llevados a una
brecha en la que fueron entregados a miembros del grupo criminal Guerreros
Unidos. Va de nuevo para ser muy claros, la policía municipal de Iguala detuvo
y entregó a los normalistas al cartel de Guerreros Unidos. Los responsables
directos de velar por la seguridad y la tranquilidad de los habitantes de
Iguala detuvieron y entregaron a los normalistas a un cartel del crimen
organizado, este es uno de los elementos del caso que me parecen de lo más
escalofriante: la policía entregando detenidos al crimen organizado para que
ellos, los delincuentes, hagan con los detenidos lo que les parezca
conveniente. Los policías de Iguala se
convirtieron en cómplices y criminales con este acto, se convirtieron también
en los verdugos de los normalistas.
Tenemos
entonces ahora a nuestros primero responsables, el presidente municipal de
Iguala, José Luis Abarca, quien dio la orden de detener a los normalistas y la policía
municipal de Iguala que los detuvo y los entregó al crimen organizado.
Reconozcámoslo, estamos hasta la madre,
pero no fue el Estado, los culpables tienen nombre y apellido
No
fue el Estado, fue una red criminal que se hizo del poder y control de al menos
dos municipios de Guerrero (Iguala y Cocula). Pero ahora pasemos a otro punto
igual de importante, ¿cómo es que estos hijos de puta (no encuentro otro
calificativo) se hicieron del poder total en esta zona? ¿Quién los protegía?
¿Nadie sabía de sus actividades criminales?
¿Se
imagina usted el grado de locura o certeza de que nadie te podrá o querrá poner
un dedo encima si decides desaparecer y matar a 43 personas?
Se
dice, no me consta, que la mujer de Abarca era amante del ex gobernador de
Guerrero, Ángel Aguirre.
Se
dice que Bejarano acusó a Abarca de nexos con el crimen organizado ante la PGR
pero, pequeño gran detalle, lo hizo de dicho, no presentó denuncia formal o
evidencia.
Se
dice que, al menos en la cabecera municipal, la gente sabía que los Abarca
debían estar metidos en cosas turbias pues su ascenso económico y político
levantó sospechas de más de uno
Se
dice que un aspirante a la presidencia municipal le dijo a Andrés Manuel que
Abarca estaba coludido con el crimen organizado y que no convenía tenerlo de
candidato, hasta le habría entregado al tabasqueño un folder con evidencias de
sus dichos. AMLO dijo ya no tener conocimiento de esto y no conocer a Abarca.
También se dice que el PRI quería a Abarca como su candidato pero al final lo
postuló el PRD (este no es un comentario con bandera partidista. De hecho al
respecto me extenderé en unos párrafos más adelante)
Es
decir, casi todos en Iguala sabían que algo escondían José Luis Abarca y su
mujer. Más aún, había varios que además de sospechas tenían pruebas pero, oh, cómo
son las cosas, presentaron las pruebas a todos menos a quien se las tenían que
presentar; a la autoridad competente.
Y
ahora para exponer cómo es que esta gente llega a donde llegó me toca jugar un
papel que me gusta y me desagrada a la vez, el de Abogado del Diablo, y abro
aquí un paréntesis para que sepan de qué hablo y a qué me refiero.
En
el libro de El Abogado del Diablo de la novelista norteamericana Taylor
Caldwell, no el de Morris West, la autora incluye el siguiente relato:
Desde hace mucho tiempo que se nos conoce a los escoceses como una raza que produce abogados astutos, meticulosos y elocuentes y, efectivamente, en ocasiones los ingleses nos designan como 'raza de abogados'. Después de de la teología, los escoceses son amantes de la ley, y hasta el montañés que reside en las partes más remotas resulta una autoridad sobre la ley local o nacional y puede y quiere discutirlas con interés profundamente apasionado.
Un pueblo devoto de la leyes por naturaleza, cuenta con muchas leyendas relativas al respecto. Parece que siglos atrás el Diablo fue encerrado en los calabozos de una oscura aldea montañesa, acusado de diversos crímenes contra la humanidad. Ningún abogado quiso prestarse para su defensa, pero por último un juez escrupuloso le designó defensor. Toda la localidad se mantuvo resuelta a que el diablo fuese condenado, inclusive el defensor, hombre religioso y de suma probidad. Pasó muchas noches orando desesperadamente. ¿Cómo podría, manteniendo al mismo tiempo su integridad como defensor nombrado, presentar el caso ante el jurado de manera que el Diablo fuera condenado?
Al 'defender' al Diablo, tendría que despertar a la vez al pueblo a la presencia del mal y de los horrores representados por Satán. Finalmente encontró la solución.
¡Presentaría al diablo con todo su poder y toda su terribilidad y toda su infamia, mientras los defendía ostensiblemente! Ganaría la admiración de sus vecinos justos con esa defensa abierta y su respeto al perder el pleito. Por otra arte, ellos aprenderían a reconocer en adelante el mal, después de que él lo hubiera expuesto ante sus ojos.
De manera que condujo su defensa con gran brillo ante el tribunal. Fue revelada con toda sutileza la espantosa fuerza del Diablo ante el jurado y el pueblo reunidos, preguntando al procesado y haciendo que se condenara con sus propias palabras. Con toda pericia, expuso ante la gente el hecho de que el Diablo no se hallaría ahí entre ellos si no fuera por culpa de las propias faltas y la secreta envidia de esas mismas gentes y los pecados y errores de sus mismos corazones. Pudo obtener del Diablo la confesión de que su maquinación contra la humanidad carecía de límites y, a intervalos, exhortó al pueblo a que admirase perversidad e inteligencia tan vastas. Estimulado por la elocuencia del letrado y la aparente defensa que de él hacía, el acusado se extendió aún más en la expresión de su odio contra el mundo y cuanto éste contenía.
El pueblo escuchó lleno de terrible culpa y de temor. Recordó sus sufrimientos bajo la influencia del mal y cómo contribuyera a ese poder tan maligno, a través de su estupidez, de su envidia contra el prójimo, su avaricia y su falta de compasión.
El juez se dirigió después al jurado con estas palabras:
'El mal reside entre nosotros porque lo hemos invitado a venir. Hemos sufrido mucho pero hemos atraído nuestro propio sufrimiento. El Diablo no tendría poder sobre nosotros si no se lo hubiésemos proporcionado nosotros mismos. Nos hemos esclavizado por nuestra propia decisión; nos vemos desesperados por haber llevado la desesperación a nuestros semejantes.Morimos por haber prestado aquiescencia a la muerte. Nos mantuvimos en silencio en lugar de hablar a favor de nuestro prójimo. Por disfrutar de una seguridad momentánea desviamos nuestra mirada mientras era despojado nuestro vecino. En beneficio de una paz fingida pospusimos una guerra contra el mal cuando no nos habríamos movido de nuestro sitio. Llegamos a una componenda a cada paso, sabiendo que no existe arreglo con el infierno. Si el Diablo es culpable, nosotros no estamos exentos de culpa. En su condenación estamos incluidos. Al juzgarlo se nos juzga a nosotros mismos. Que Dios se apiade de nuestras almas.'
El Diablo fue condenado a ser desterrado para siempre del pueblo. Sin embargo, en su celo por exponer al Diablo a la vista del pueblo, el defensor no había contado con lo obtusos y estúpidos que eran su conciudadanos, quienes al no comprendieron en lo más mínimo su proyecto. Y nuestro hombre de leyes fue ahorcado el mismo día que se desterró al Diablo."
(Por
cierto, recomiendo este libro ampliamente pues marcó de manera profunda mi
forma de ver la vida en temas sociales y creo que puede aportar mucho en la
situación que vivimos hoy por hoy, y de desde hace mucho en el país)
No
me odien ni me condenen al destino del abogado del relato por lo que estoy a
punto de hacer. Sé que a más de uno no le gustarán mis palabras ni mi defensa,
sólo me queda esperar que sepan entender mi verdadera intención y para hacer
las cosas un poco más fáciles antes de empezar diré lo siguiente:
“Para
que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada." Edmund
Burke
En
efecto, para que le mal triunfe, basta con que la gente de bien se quede inmóvil
y se conforme con ser testigo mudo de la injusticia y la desgracia.
El
caso de Iguala es sólo uno de tal vez decenas que podríamos poner en el país.
Por un lado, un personaje con amplias posibilidades de llegar al poder se dejó
corromper o tal vez llegó pues ya se había corrompido, poco importa qué fue
primero. Los criminales vieron en Abraca el personaje que los llevaría tener el
control o complicidad de la autoridad más directa, la municipal. Sabiendo esto o
no, los partidos políticos veían en Abarca el candidato que con certeza los
llevaría al poder en el municipio. La gente de Iguala veía en él algo
sospechoso pero no hizo nada y, quien hizo algo, lo hizo a medias o sólo por
conveniencia. Óscar Díaz Bello acusó a Abarca con AMLO solamente porque así
convenía a sus intereses ya que no entregó las evidencias que tenía contra
Abarca a la procuraduría del estado de Guerrero o a la PGR, tampoco salió a los
medios nacionales, lo hizo como lo hizo porque quería ser él quien fuese candidato
a la presidencia municipal de Iguala, de no haber sido así tal vez nunca hubiera
dicho ni hecho nada. Andrés Manuel López Obrador no es autoridad ni procurador
como para determinar si lo que le había dicho óscar Díaz sobre Abarca era
cierto, en todo caso AMLO lo único que podía hacer era dudar de dar su apoyo a
Abarca pero su responsabilidad no es ninguna manera penal en el caso ni el que
Díaz le haya dicho lo convierte en cómplice de Abarca, su responsabilidad puede
ser moral o política tal vez, pero hasta ahí (sí, hasta ahí, pues hay más
responsables, ¿quiénes más que otros? No lo sé, pero tampoco es que no importe
sólo trato de demostrar como una serie de acciones que parecen insignificantes
llevaron a crear las condiciones para la tragedia)
¿Por
qué Bejarano no presentó una denuncia formal contra Abarca ni presentó a la PGR
las pruebas que lo llevaron a esas sospechas?
El
análisis en retrospectiva parece ser siempre perfecto. Claro, ahora tenemos
información que no teníamos antes y podemos lanzar con mucha seguridad y
certeza acusaciones pues hoy nos consta lo que antes no nos constaba. Para
todos en México es claro que José Luis Abarca es culpable de la desaparición de
los normalistas, que eres un criminal, que estaba coludido con el crimen
organizado sino de la entidad, por lo menos de la región pero ¿debía bastar la
acusación de Bejarano para detener al presidente municipal? Usted podría creer
o decir que haber actuado en ese momento hubiera evitado la tragedia. A usted
puede indignarle que no se haya hecho nada antes, hoy es claro que Abarca es un
criminal pero en aquel entonces no era tan clara. Si se hubiera actuado contra
Abarca sólo con los dichos de Bejarano tal vez nada de esto hubiera ocurrido y
las 48 o 49 víctimas de Iguala (no son sólo los 43 desaparecidos sino 6 más,
heridos y muertos en los hechos de ese trágico día) estarían hoy con sus
familias pero ¿y la presunción de la inocencia? ¿O es que acaso debe bastar una
acusación informal (por no ser por la vías legales) para detener a alguien? ¿Se
imagina usted que yo aquí acusara a @Nachomolinah de tráfico de influencia o a @Juanpisss28
de narcotráfico y ya por eso la policía llegue a sus hogares o trabajos a
detenerlos?
(Ambos,
Ignacio y Juan son amigos míos y en la pregunta hipotética que planteo los
acuso ambos de actos de los que en realidad los creo incapaces. Los uso a ellos
de ejemplo por la cercanía y la confianza que existe y porque, repito, no los
creo capaces de lo que en mi pregunta los acuso)
¿Se
imagina que diga yo en este momento que AMLO es un asesino y ya por eso la
Policía Federal lo detenga? ¿Se imagina el caos que imperaría si bastara con mi
dicho en una plática o comida para que detengan a un diputado o senador? Tal
vez usted crea que por ser servidores públicos y con la fama que tienen, sí,
eso debería bastar pero…¿Y si acusara yo sin más pruebas a su hijo o a su
hermana o usted? ¿No querría usted entonces una investigación con apego al
debido proceso? ¿No exigiría usted entonces que presentara yo evidencia?
Repito,
en retrospectiva es más fácil denunciar tardanzas u omisiones , reclamar por actos que hubieran evitado la
tragedia, pero la principal diferencia entre los buenos y los malos es que los
buenos hemos decidido fijar normas, reglas y leyes que debemos seguir en
cualquier caso o para ejecutar una acción determinada con el fin de garantizar
certeza, seguridad y justicia a los involucrados mientras que los malos, los
delincuentes, los criminales, se pasan por nuestras leyes y normas por los
huevos; no les importan ni les interesan, es más se burlas de ellas y sólo
buscan la forma de beneficiarse de ellas o de romperlas sin consecuencia alguna,
por eso no los malos.
Puede
que le parezca aberrante lo que estoy por decir pero ¿Y los derechos humanos de
Abarca si lo hubieran detenido sin que hubiera pruebas en su contra?
¿Derechos
humanos? ¿Derechos humanos de ese cabrón? Sí, los tiene, se los reconocemos y
debemos reconocer siempre todos lo que vivimos en sociedad aunque él y sus
secuaces haya tratado como animales y basura a sus víctimas. Por eso somos los
buenos.
En
lo personal una parte de mí quisiera desollar a los responsables de la barbarie
de Iguala, hacerlos pasar por el mismo dolor y sufrimiento que han causado a su
comunidad y nuestro país, pero ceder a ese impulso sería convertirme en algo
igual a ellos…
Pero
estamos aquí, en esta parte, para respondernos cómo llegó esa gente a hacerse del
poder en Iguala y Cocula. Llegaron con el apoyo de sus amigos delincuentes,
llegaron con el apoyo de un partido político (el que sea y sin tener pruebas concretas
de que el partido que los apoyó sabía de los nexos con el crimen o pretendía
beneficiarse de ellos. Es más, con el beneficio de la duda, tal vez el partido
que apoyó a Abarca no fue testigo mudo sino que fue doblegado y obligado a
apoyarlo, quién sabe…) pero lo que es cierto también es que José Luis Abarca no
fue el único candidato a la presidencia municipal de Igual, hubo otros, pero
Abarca ganó… ¿Cómo ganó? Con el voto de la gente de Iguala…
No
sé si la gente de Iguala en 2012 creyó que José Luis Abarca era el mejor candidato
o el más preparado o si pensaron que era el más guapo. Por alguna razón
(inercia, voto duro, voto de castigo, porque estaban convencidos de que era la
mejor opción, porque creyeron que un presidente municipal vincula al crimen
organizado garantizaría seguridad del municipio, si lo creían un ángel o le
temían por hampón… Vaya, los escenarios son casi infinitos) la gente del
municipio de Iguala eligió a José Luis Abarca para gobernar el municipio por el
periodo 2012-2015.
Ojo,
no digo que la gente de Iguala se lo haya buscado o se lo merezca ya que por
alguna razón puso a un delincuente al frente de la toma de decisiones del
municipio. Lo que es un hecho es que en 2012 Abarca ganó por la vía democrática
la presidencia municipal de Igual (De dar terror ¿no?)
No
sé si en algún momento entre la campaña y antes de los hechos lamentables de
septiembre pasado, la gente de Igual se haya dado cuenta del tipo de persona
que era su presidente municipal ni de las filias que tenía. ¿Abraca era
demasiado cuidadoso como para no levantar sospecha alguna? ¿La gente de plano
no se dio cuenta? Si la gente de iguala sospecho o se enteró de los nexos de su
presidente municipal no parece haber tomado acción alguna ¿por qué? Tal vez por
temor (se sabe ahora que más de uno habría perdido la vida por confrontar a
José Luis Abarca), no creo que si se enteraron se hayan quedado cruzado de
brazos por complicidad. Entendería que hubiese sido por miedo, odiaría que hubiera
sido por desidia.
Usted
tal vez no lo sepa pero de buena fuente sé que el día anterior a que Abarca pidiera
licencia desde la Secretaría de Gobernación se habló con el ex gobernador Ángel
Aguirre para no perdiera de vista al munícipe y aún así la pareja de la
presidencia municipal de Iguala logró darse a la fuga y permaneció escondida
hasta que fue detenida en la capital del país. ¿Complicidad, negligencia,
incompetencia?
Parece
ahora evidente que no fue una sola cosa lo que llevó al poder a José Luis
Abarca y que no fue un solo hecho u omisión lo que desencadenó la tragedia de
Ayotzinapa. Los culpables y responsables son muchos, nadie en este caso parece
haber cumplido cabalmente con sus responsabilidades u obligaciones.
Los
partidos políticos no pudieron ofrecer a Igual un candidato ganador que no
fuera un hampón…O por ponerlo de otro modo, la oferta política de los partidos en
Iguala en 2012 arrojó como el mejor de ellos, pues ganó las elecciones, a quien
ordenara, al menos, la desaparición de 43 personas… Triste. La gente de Iguala
no fue vigilante de la persona en el gobierno y si lo fue, no alzó la voz a
tiempo, por la razón que sea. El gobierno del estado fue incapaz de evitar que
Abarca se diera a la fuga, otra vez, por la razón que sea… Y el gobierno
federal parece no haber tenido la sensibilidad e inteligencia (me refiero al
aparato de inteligencia e información, no a la capacidad intelectual) para
determinar antes la dimensión de la tragedia ni la reacción que esta desataría en la sociedad.
Seamos
claros, quien haya sabido y tenido pruebas antes de esto que Abarca era un
criminal y no haya hecho todo, TODO, en su poder y su responsabilidad para
llevarlo ante la justicia, tiene parte de la responsabilidad en la tragedia de
Ayotzinapa.
Quien
haya sabido y no haya hecho nada fue cómplice activo o silencio, sus manos
están manchadas.
Quien
denunció a toro pasado y por conveniencia, no es más que un oportunista que
quiso sacar raja política de la tragedia que aún azota a 43 familias y que
lacera el corazón de millones de mexicanos.
Quien
pretende pintar este caso con los colores de un partido, ya sea para encontrar
responsables o héroes, es un mequetrefe. La tragedia de Ayotzinapa, lo sostengo,
no fue un crimen de Estado pero por la dimensión y profundidad de la
indignación y la protesta, sí es un asunto de Estado
El
Estado, que nos quede bien claro, es el suelo que pisamos los mexicanos y
llamamos patria. El Estado somos todos los mexicanos, residamos en el país o
no, pues de nosotros emana el gobierno (debemos dejar de ver a los gobernantes
como una clase aparte pues también uno más de nosotros) y nadie gobierna el
Estado que no sea a nosotros. El Estado es el gobierno en sus tres órdenes;
municipal, estatal y Federal, aunque está compuesto por distintas instituciones,
quienes ejecutan la acción de dichas instituciones son mexicanos al igual que
nosotros, el gobierno no está compuesto de un abstracto, está compuesto de
personas (por eso acarrea y es reflejo de los vicios y deficiencias de las
personas mismas)
El
Estado somos todos. Si fue el Estado, entonces fuimos todos. Gritemos la
consigna con esa conciencia.
Hago
referencia nuevamente al libro de El Abogado del Diablo de Taylor Caldwell.
Creo que ese libro debería ser lectura obligada en cada país libre sobre la faz
de este planeta. El libro habla de un pueblo que entregó y sacrificó todas sus
libertades y derechos en pos de la seguridad nacional y de un gobierno que
tiene ahora sometido a su pueblo bajo el yugo del control y del miedo. Los “buenos”
del libro son los milicianos, una resistencia que combate al gobierno
establecido desde fuera pero, la gran sorpresa, también desde adentro. Los
milicianos saben que hasta que el yugo no sea asfixiante, hasta que las pocas
clases privilegiadas no se vean sometidas por el Estado, que hasta que no le
quiten a la gente lo poco que aún temen perder, el pueblo no se levantará ni
derrocará al régimen que el pueblo mismo erigió para gobernarlo. Con ello, los
milicianos recordarán al pueblo que debe ser siempre vigilante de los
gobernantes, que beben tener cuidado de a quién entregan el poder y a cambio de
qué. El sacrificio que realizan los milicianos es grande pues toman las ropas y
el rostro del opresor para incendiar el odio del pueblo contra ellos mismos,
pero saben que ese es el precio a pagar para lograr su objetivo, por eso el
libro se llama así, el Abogado del Diablo…
Comentaba
yo hace unos días en Twitter que la movilización por Ayotzinapa podía ser el
comenzar del despertar y que esperaba que no se perdiera el impulso y el
momentum (la dirección y la fuerza) para lograr por fin un cambio. Mi amiga
@HoyPresentamos dijo que ojalá fuera así pero que había visto muchas veces una
chispa así y la había visto apagarse…
Lamentablemente
parece ser que el despertar de los países y las sociedades debe alimentarse con
sacrificios. No se trata de los 43 normalistas que están desaparecidos, han
miles de muertos y desaparecidos a lo largo de décadas de decadencia y apatía.
Ojalá estos 43 fueran los últimos, daría mi vida sin pensarlo para que así
fuera.
El
nivel de organización y solidaridad con la protesta me hace sentir que no se
trata de un caso más, que de verdad es el principio de un cambio.
Me
sumo a todas las expresiones pacíficas y condeno y aborrezco a quienes
aprovechando la multitud y el anonimato realizan actos violentos que nada
tienen que ver con el reclamo, justo, por justicia y paz.
Los
buenos hemos decidido seguir las reglas y, desafortunadamente, no podemos
violar esas reglas para ganar la batalla contra el mal pues no seríamos
entonces mejores que ellos sino peores pues habríamos traicionado nuestros
principios para lograr la victoria.
Permanezcamos
unidos y vigilantes, seamos solidarios y dejemos a un lado la apatía. La
política nos compete a todos pues afecta cada esfera de nuestra vida. Basta ya
de dejar las decisiones que nos afectan en las manos de alguien a quien no
conocemos o le importamos, las consecuencias de ello saltan hoy a la vista.
Organicémonos
no solo para exigir al gobierno resultados, sino también para exigir de
nosotros mismo no más sino lo mejor.
Denunciemos
a quien roba, corrompe o se burla de la ley. Dejemos ya las actitudes que
parecen insignificantes pero que ayudan a generar las condiciones para que el
crimen y la delincuencia prosperen. Basta de alabar a quien logra burlar con
éxito la ley siempre y cuando no me afecte a mí y denunciar sólo cuando me
conviene.
Veamos
más allá de los partidos o las clases sociales y pensemos como sociedad. Veamos
no por el beneficio propio sino por el de la mayoría y comencemos a llamar a
las cosas por su nombre.
Basta
ya de esta doble moral:
Hasta
aquí la primera parte (Escribiré por partes sobre la conferencia de prensa del 7 de noviembre, la marcha del 8 y la quema de la puerta de Palacio Nacional, cultura ciudadana y de la legalidad y algunas otras cosas relacionadas)